El concepto de lo “disruptivo” se ha convertido en un adjetivo común dentro de las diversas disciplinas del conocimiento, mientras que el irrumpir los modelos de manera belicosa ha sido una constante para el caso de las profesiones, y la educación no escapa a ello.
Lo tecnológico no excluye a lo metodológico, tradicionalmente visualizar un proceso de innovación incluye un proceso físico y además de transformación, sin embargo, y en realidad, los procesos incrementales o radicales de mejora continua tienen una base creativa de organización y de redefinición de procesos a través de ejercicios de divergencia y convergencia situacional que se orientan a la resolución de problemas.
La formación universitaria enfrenta grandes desafíos para la apropiación tecnológica; los análisis que den respuesta a los cambios que impone una sociedad digital deben de iniciar en el reconocimiento de las características del ser digital en función del rol y características del educando.
Una generación bañada en bits contradice en principio los cánones educativos por la soberbia de que todo reside allí en la “nube” al alcance un clic. Más allá de cuestionar la recuperación de información regurgitada de una pandemia de wikis que desarrolla el alumno y seguirá desarrollando, es menester primero reconocer desde la docencia la conveniencia de los modelos de enseñanza-aprendizaje utilizados y de la fecha de caducidad de los contenidos.
Lo anterior parecen sentencias excesivas, pero cumplen su cometido al colocar el tema sobre la mesa, evidenciarlo y someterlo a su discusión. Ya no hace falta plantear más preguntas y escenarios, ni mostrar diagnósticos; es inmediata y requerida la acción en los educandos. Se ha atendido la cirugía menor y no la urgente terapia intensiva que precede a los amenazantes cuidados paliativos.